No me refiero a la saga que Grant Morrison ha desarrollado
en las páginas de DC Comics durante los últimos años (la cual abordaré cuando Batman Incorporated haya concluido),
sino a la tercera entrega de la obra fílmica que en los últimos meses se ha
ganado la apta denominación The Dark
Knight Trilogy.
The Dark Knight Rises es una
película audaz y ambiciosa, que recopila no sólo los temas esparcidos a lo
largo de los dos films que le
precedieron para dictar sentencia definitiva sobre ellos sino que revela su
aspiración a destilar en una narrativa coherente las más icónicas sagas que han
definido a Batman durante el último cuarto de siglo. Y es que resulta imposible discurrir sobre la
más reciente cinta de Christopher Nolan sin referirnos a las dos películas
previas.
Batman Begins estableció el tono de la trilogía alimentándose generosamente de Batman: Year One (1986) y The Long Halloween (1998). Argumentemos también que el trabajo de Denny O’Neil y Neal Adams en dar forma al archivillano Ra’s Al Ghul también es uno de sus pilares, pero considerando que el papel de Liam Neeson fue mucho más terrenal—descartando elementos esenciales como el Pozo de Lazarus—y se amalgamaba con el personaje de Henri Ducard, introducido en Blind Justice (1989), podemos resaltar las dos obras citadas como sus principales influencias. El tema medular de esta película es el miedo; el terror que Bruce sintió de niño en la cueva bajo su mansión es la alegoría del horror de ver a sus padres asesinados por la brutalidad indecente de su adorada ciudad. Le toma años a Bruce conquistar este miedo y afilarlo en un arma simbólica que desata sobre los criminales de Gotham. Encaja en esta temática el Scarecrow, con su gas del miedo y la conspiración junto a la Liga de las Sombras para esparcirlo por toda la ciudad. Gracias a la alianza de Jim Gordon y Batman se logra la primera victoria en la guerra por el alma de Gotham.

The Dark Knight, que al momento sigue siendo la ópera prima de Nolan y confirma el adagio de que el segundo acto de las trilogías es siempre el más memorable, aborda el tema del escalamiento de la agresión con la introducción del inolvidable Joker de Heath Ledger, cuya aparición es una reacción directa a la presencia de Batman, quien hasta entonces ha enfocado sus esfuerzos en desmantelar el crimen organizado, imaginando como finita su carrera enmascarada. TDK se alimentó de The Killing Joke (1988), también de The Long Halloween para forjar el trágico descenso a la locura de Harvey Dent y de Dark Victory (1999-2000) para retratar la transición del Gotham de la Mafia a la ciudad bajo sitio por los freaks, o criminales pop, como Morrison los llamó, personificados tenebrosamente por el mejor Two-Face que se ha visto en la pantalla. Ya ampliamente me referí en su momento al contenido magistral de esta película, así que me limitaré refiriéndolos a un video de Tom Waitts que apareció recientemente y que parece haber fungido de inspiración para el desaparecido Ledger. Incluso hay un homenaje a las aventuras de los setenta con la inclusión del Batbunker bajo el rascacielos al que Bruce se mudó luego del incendio en su mansión, guarida que también fue resucitada en esta década cuando Dick y Damian se calzaron las botas del Dúo Dinámico.

Chris
Nolan, sin embargo, optó por concluir su narrativa en el formato de trilogía,
lo cual es lamentable pero comprensible ya que su propio trabajo creativo
también es rico y deslumbrante, y se merece expandir los horizontes de su
carrera. La alternativa de que otro
director usurpara su visión en un cuarto film
carecía de atractivo. Ya bastante mal
nos fue con Joel Schumacher…

“I'm Gotham's
reckoning, here to end the borrowed time you've all been living on.” Bane
Desafiando
nuestras expectativas, en lugar de proseguir con la premisa establecida en la
última secuencia de TDK los cineastas
optaron por plasmar su relato ocho años después, en una Gotham City que ha
adquirido paz y prosperidad gracias a la mentira que Gordon y Batman propagaron
y a la implementación de la Ley Dent. Su
razonamiento es aceptable: Para que el sacrificio de nuestro héroe tenga
validez algún grado de éxito era imprescindible. Pero es ésta premisa también la que hace que
el protagonista se vaya desprendiendo de su fuente en el arte secuencial y se convierta
en un personaje autónomo. En primer
lugar, la carrera de este Batman duró aproximadamente dos años—se retiró tan
pronto asumió la culpabilidad por los asesinatos de Dent. Cuando nos reencontramos con Wayne descubrimos a una amalgama del héroe cansado de Frank Miller (incluyendo el bigote)
y el mentor amargado de Batman Beyond
(1999-2001). Aunque su edad no es tan
avanzada como en esos relatos, éste Bruce es un hombre quebrado anímicamente
por la pérdida de Rachel Dawes y las cicatrices que el Joker infligió sobre su
cruzada. Su cuerpo también exhibe el
resultado de sus actividades nocturnas, entre otras lesiones requiere de un
bastón para caminar, haciendo eco del anciano que entrenó a Terry McGinnis. Bruce es un recluso al estilo de Howard
Hughes, y no cuesta imaginar que aquel habría sido el destino del Batman del comic si tras la corrupción de su amigo
Harvey Dick Grayson no hubiera traído esperanza a su vida.

Al
Comisionado Gordon, uno de mis personajes favoritos de los mitos, también se le ve el kilometraje.
No sólo por la carga espiritual de la falacia con la cual exaltó a
Harvey Dent ni por el injusto destierro de su hermano en armas, sino por la
obsolescencia de su rol en una ciudad que ha dejado atrás las crisis que
forjaron su carácter. Aunque su primer
enfrentamiento con Bane es en gran parte el catalizador para el retorno del
Dark Knight, una de las cosas que lamento de Rises es que el rol de Jim se encoje, primordialmente para hacerle
paso a la nueva generación que representa el Detective John Blake.

“I always knew there was nothing here for you, except pain and tragedy. And I wanted something more for you than that. I still do.” Alfred
Sus conmovedores monólogos confrontan el rol de habilitador o enabler que ha jugado en los impulsos autodestructivos de Bruce, y su decisión acertada es una demostración categórica del tough love. La fragmentación de esta familia resulta aún más dramática debido a que no hay un reencuentro hollywoodense en el tercer acto, ningún diálogo ingenioso como el de Bale y Holmes en Begins. A Alfred sólo le queda dar voz a su remordimiento ante la tercera lápida Wayne.

La renuncia de Alfred también tiene un precedente directo en los comics: Ocurrió durante Knightquest (1994) cuando Bruce, lisiado tras su combate con Bane, insistía en la búsqueda de Shondra Kinsolving, y luego durante Officer Down (2001), cuando Batman quedó paralizado por el potencial deceso de Jim Gordon. Ambos eventos tienen un denominador en común: La reticencia de Alfred a apadrinar a Bruce cuando sus obsesiones se hinchan más allá de lo que inclusive un hombre extraordinario como él puede tolerar. De esta forma, la inclusión de la dimisión de Alfred no es sólo un desenlace razonable de la relación sino otro hito traducido directamente de las páginas del comic.
“My mother warned me about getting into cars with strange men.” Selina
“This isn’t a car.”
Batman
Una
memorable adición al arsenal del Dark Knight es “The Bat”, el vehículo aéreo
que quizás es mejor descrito como un aerodeslizador. La primera vez que lo vi en fotos de la
producción tuve la misma reacción adversa que con el Tumbler, pero tan pronto
pude verlo maniobrar entre los cañones de concreto y cristal de Gotham City mis
reservas se disiparon. Este transporte
encaja idealmente en el estilo militar utilitario de los vehículos anteriores,
y es un imponente pero lógico avance en la tendencia del personaje de estar un
paso delante de la tecnología de punta. Aunque
el impulso es equipararlo al Batplane o al Batwing (similar a cómo al Tumbler
nunca le dicen oficialmente Batimóvil), estos vehículos tradicionalmente
aparecen en situaciones de emergencia extrema (particularmente en Batman de 1989 y Batman Forever de 1995). En Rises nos sorprende con su presencia
constante en pantalla, y al constituirse en el vehículo principal de Batman más
bien se corresponde con el Batimóvil volador que Grant Morrison y Frank Quitely
introdujeron en Batman and Robin # 1
(2009). Aunque estéticamente mi
preferido sigue siendo el Batimóvil de Tim Burton, hay que recordar que éste es
el Siglo XXI y que el simbolismo de este personaje es una criatura voladora,
por lo cual los días del Dúo Dinámico en cuatro ruedas pueden estar contados. Como acotación, también me gustó la pistola
de EMP que Batman utiliza en su primera noche de vuelta, y es una lástima que tan
rápidamente haya sido descartada. Pero
esa es una característica de esta película: Está tan repleta de ideas fascinantes
que no teme desechar una para darle espacio a la siguiente. En todo caso, en mi estante hay un espacio
reservado para un modelo a escala del Bat.


Una de las debilidades de este film es que las habilidades detectivescas de Bruce son arrolladas por la trama. Es convencional que el héroe esté un paso detrás del antagonista, pero aquí Bruce no logra ni un solo avance independiente contra los complots de Bane. Begins sufrió la misma deficiencia y Knight se esmeró en repararla, pero Rises simplemente no tiene espacio para una investigación inteligente. En retrospectiva, el único momento que recuerdo es cuando Bruce adquiere todo el perfil de Selina desde la Baticueva, aunque esto más que nada sirve para establecer la motivación de Kyle.

La Baticueva es otro de esos elementos conceptualmente fascinantes cuyo tiempo en pantalla es limitado. No esperaba ver una moneda gigante o un T-Rex mecánico, pero es gratamente notorio el cambio de ambiente al reconocer que con la tecnología actual Bruce no necesita una enorme computadora—una buena laptop y conexión a la red global basta. Por otro lado, la prominente presencia del agua y la visual del equipo que emerge de bóvedas sumergidas es dramática y ojalá sea absorbida por alguna otra interpretación futura. Aquí nos topamos con otra desviación del canon: Este Batman casi no utilizó la Baticueva en su carrera vigilantista. Sin embargo, pese a haberse retirado antes de que concluyera la reconstrucción de la Mansión Wayne, Bruce se tomó el trabajo de equiparla. ¿Será éste sólo un recurso narrativo conveniente o un síntoma deliberado de la morbosa obsesión de este huérfano, que secretamente añoraba la oportunidad de una última, memorable batalla? Considerando que también visitamos el Batbunker en el frenético tercer acto, me inclino hacia la segunda opción.


“I was wondering
what would break first... Your spirit or your body?” Bane
Goyer y los Nolan sí estaban conscientes de esto. Homenajes directos a Knightfall como la dolorosa escena en la cual Bane quiebra la espalda de Batman sobre su rodilla lo hacen evidente. La intrincada conspiración que ejecuta para apoderarse de Gotham también lo demuestra, y es un eco más complejo de Knightfall. Consciente del riguroso “realismo” del Nolanverso no esperaba ver la droga Venom como parte de su perfil (aunque algún super-esteroide habría sido aceptable), pero físicamente era lo suficientemente capaz—y Bruce estaba lo bastante deteriorado—como para que no hiciera falta. Tom Hardy entrega una actuación aceptable, considerando que principalmente debía valerse del lenguaje corporal, y hay que aplaudir el valor para pararse en la sombra de Heath Ledger. Afortunadamente el personaje de Bane es diametralmente opuesto al Joker. La controversia sobre la modulación de su voz es comprensible pero exagerada. Admito que no es la voz que imagino en mi cabeza para Bane, pero hay que recordar que esta versión del personaje no tiene raíces latinoamericanas; la ficticia isla de Santa Prisca fue remplazada por un indeterminado país del medio oriente para aproximar a Bane a la Liga de las Sombras. La leyenda que nos venden durante gran parte de la película es adecuadamente cercana al canon de Bane: Nacido en una prisión infernal, condenado desde la infancia a cadena perpetua por los crímenes de su padre, de donde sólo su voluntad férrea le sirvió para escalar—en este caso literalmente—hacia la libertad. Conjugando esta premisa con su fulminante derrota de Batman y su sistemática destrucción de las instituciones de Gotham City, este Bane prometía ser una traducción digna de una de las pocas adiciones trascendentales de las últimas décadas a la galería de villanos que principalmente se pobló entre los cuarenta y los sesenta. Sin embargo, el problema es precisamente que esta leyenda nos la “venden”, es una prestidigitación al estilo de The Prestige (2006) de Nolan, y para elaborar al respecto debemos posar el lente sobre Miranda Tate.
Goyer y los Nolan sí estaban conscientes de esto. Homenajes directos a Knightfall como la dolorosa escena en la cual Bane quiebra la espalda de Batman sobre su rodilla lo hacen evidente. La intrincada conspiración que ejecuta para apoderarse de Gotham también lo demuestra, y es un eco más complejo de Knightfall. Consciente del riguroso “realismo” del Nolanverso no esperaba ver la droga Venom como parte de su perfil (aunque algún super-esteroide habría sido aceptable), pero físicamente era lo suficientemente capaz—y Bruce estaba lo bastante deteriorado—como para que no hiciera falta. Tom Hardy entrega una actuación aceptable, considerando que principalmente debía valerse del lenguaje corporal, y hay que aplaudir el valor para pararse en la sombra de Heath Ledger. Afortunadamente el personaje de Bane es diametralmente opuesto al Joker. La controversia sobre la modulación de su voz es comprensible pero exagerada. Admito que no es la voz que imagino en mi cabeza para Bane, pero hay que recordar que esta versión del personaje no tiene raíces latinoamericanas; la ficticia isla de Santa Prisca fue remplazada por un indeterminado país del medio oriente para aproximar a Bane a la Liga de las Sombras. La leyenda que nos venden durante gran parte de la película es adecuadamente cercana al canon de Bane: Nacido en una prisión infernal, condenado desde la infancia a cadena perpetua por los crímenes de su padre, de donde sólo su voluntad férrea le sirvió para escalar—en este caso literalmente—hacia la libertad. Conjugando esta premisa con su fulminante derrota de Batman y su sistemática destrucción de las instituciones de Gotham City, este Bane prometía ser una traducción digna de una de las pocas adiciones trascendentales de las últimas décadas a la galería de villanos que principalmente se pobló entre los cuarenta y los sesenta. Sin embargo, el problema es precisamente que esta leyenda nos la “venden”, es una prestidigitación al estilo de The Prestige (2006) de Nolan, y para elaborar al respecto debemos posar el lente sobre Miranda Tate.


“You betrayed
everything you stood for.” John Blake
“There's a point, far out there when the structures fail you, and the rules aren't weapons anymore, they're... shackles letting the bad guy get ahead. One day... you may face such a moment of crisis. And in that moment, I hope you have a friend like I did, to plunge their hands into the filth so that you can keep yours clean!” Jim Gordon
“Your hands look plenty filthy to me, Commissioner.” John

David Goyer, el verdadero experto en comics y quien le proporcionó a Chris Nolan la colección de Knightfall para despertar su interés en Bane, indudablemente estaba consciente del efecto adverso que esto tendría en los fans—especialmente quienes consideramos la época editorial de Denny O’Neil el cénit hasta la fecha—y seguramente se lo comunicó al director. Probablemente por esto incorporaron al personaje de Joseph Gordon-Levitt a la historia como el verdadero momento de triunfo, el obsequio genuino, que fungiera como despedida triunfal para el seguidor asiduo—como moi—que en una sala de cine en la cual por horas se ha tildado de experto disecando los eventos en la pantalla disfrutara de ese instante de “No way!!!” que resucita nuestra niñez y constituye el verdadero motivo por el cual nos entregamos a la ficción. Sin embargo, olvidando la fuente y analizando la trilogía como una unidad narrativa el personaje es un elemento que su temática exigía para cobrar resonancia. Tomando en cuenta que hasta John Daggett fue parcialmente derivativo de la serie animada, John Blake fue el verdadero aporte original de esta película a los mitos, algo así como Rachel Dawes, aunque ella se diluye un poco en Andrea Beaumount, Julie Madison y personajes similares. Blake es quizás el elemento más polarizante de este film, y uno de los factores que más independiza esta versión de Batman de cualquier otra. Su impacto es irreplicable. El Detective Blake está omnipresente a lo largo de la historia, su importancia subrayada por la temprana escena reminiscente de Tim Drake—primera pista—en la cual informa su deducción de la doble vida de Bruce. Hay tantos otros sucesos que no prestamos suficiente atención a la picazón en el cerebro sobre la relevancia de este personaje. Su intrusión inicialmente me fastidió, pues le robaba protagonismo a mi adorado Jim Gordon. ¿Por qué no Bullock, Kitch, o Allen? Chris Nolan aseveró que en su visión del Dark Knight no había cabida para un Robin. Christian Bale afirmó que si añadían al Joven Maravilla él no retornaría al rol. No obstante, las pistas venían sembradas en la historia. El color predominante del equipo de futbol de Gotham era el amarillo, en las gradas vemos a hinchas sosteniendo una pancarta de Rogues que utiliza la “R” que Neal Adams diseñó para Drake, y el único jugador que sobrevivió la destrucción del estadio tenía el apellido Ward—como Burt Ward, el Robin que acompañó a Adam West en los sesenta. El mensaje estaba claro, si bien con una nueva codificación: Batman no puede existir exitosamente sin Robin.

“It’s not who I am underneath, but what I do what defines me” le dijo Batman a Rachel en el tercer acto de BB. Previamente le había explicado a Alfred que su propósito era inspirar a la población de Gotham para que saliera de la apatía. Reflejando a los zombies mediáticos del Siglo XXI, en la segunda película el resultado fue imprevisto: Amateurs enmascarados imitando a Batman, un psicópata brillante como el Joker contrarrestando existencial y moralmente su mensaje. La saga no podía estar completa sin una historia de éxito que trascendiera sus acontecimientos. En John tenemos un eco de Bruce, un huérfano de la crueldad de Gotham, quien pese a carecer los vastos recursos económicos de los Wayne demostró mayor fortaleza psico-emocional al adaptarse socialmente e integrarse al contrato social para hacer una diferencia sin comprometer su valores morales—un héroe incipiente cuyo mérito no está más subrayado que por el reconocimiento de Jim Gordon—quien incansablemente preserva su norte moral procurando navegar el pantano de sistema. Blake es un hombre a quien—como Bruce—la sociedad lo decepciona, representado en el soldado que vuela el puente negándole la salvación a un puñado de niños. Y aún ante semejante desesperación, cuando hasta un sacerdote da la suerte como echada, John no pestañea en ofrecerle esperanza a estos niños—uno de los cuales era muy chico para haber visto a Batman pero que igual pintaba su insignia con tiza por lo que representaba—en un gesto redundantemente heroico: Infundirle esperanza al futuro.

Me imagino los debates interminables en los message boards acerca de un nombre tan invasivo con “John Blake”. Es casi “John Doe”. Había opciones, claro, y todas fueron calculadas. Blake tiene la astucia callejera de Jason Todd, la inteligencia deductiva de Tim Drake, la integridad psicológica de Dick Grayson y el temple de Barbara Gordon. Quizás sea una exageración de mi parte vislumbrar en él el conflicto de identidad de Jean-Paul Valley, y habrá quienes argumentarán que el nombre Terry McGinnis habría sido más apropiado. Todos puntos válidos para quienes sólo consideran el ejercicio de la traducción del arte secuencial a la cinematografía. Pero recordemos que Chris Nolan se propuso contar una historia completa e independiente del material fuente (El contrapunto ideológico del Watchmen de Zack Snyder). Hasta Alfred estaba contaminado a estas alturas, expuesto debidamente en su rol de enabler de la obsesión de Bruce. La única avenida que le quedaba era parir a un personaje fecundado por todos estos antecesores que, representando cada uno su época, han simbolizado la esperanza del futuro para la desolación de Bruce Wayne. Christopher Nolan no suele impartir moralejas sin despertar interrogantes inquietantes, pero aquí da un paso más audaz y con un método sutil derrumba la cuarta pared. John Blake/John Doe es cada uno de nosotros que crecimos con ferviente confianza en los ideales del Dark Knight; fuimos incluidos en esta saga fílmica a través del teórico fiction suit de Grant Morrison. No sabremos qué hará John con lo que encontró en la Baticueva. A lo largo de la película Batman le transmite cápsulas de su metodología, pero Blake no se compromete a obedecerlas. Nos demuestra mayor fortaleza psicológica que Bruce, pero no sabemos qué hará. ¿Se enmascarará para perseguir sus objetivos o trazará un nuevo camino? Esa pregunta realmente no recae sobre el personaje sino sobre nosotros. Has invertido dinero en esta película, has construido una colección de comics en tu hogar, has adornado tus estantes con DVDs y figuras de la saga. Pero, ¿has recibido el mensaje? ¿Recuerdas qué le dijo Bruce a Alfred en el avión en el que regresaba a Gotham? Quería sacudir la apatía de la gente. Hello! Anybody home, McFly? Resulta que eso era metaficcional. A John Blake le falló el sistema, incluso un hombre tan admirable como Jim Gordon tenía los zapatos embarrados. Levanta la mano si no te habías enterado que el sistema está viciado en la vida real.
“A hero can be anyone. Even a man doing something as simple and reassuring as putting a coat around a little boy's shoulders to let him know that the world hadn't ended.” Batman

Nunca sabremos qué hará John Blake con la herencia de Bruce. Pero tampoco sabemos qué haremos nosotros mañana, cuando la alarma nos arranque de la cama y nos enfrente con la cotidianidad apática. Pero aprendimos que Wayne—por motivos genéticos y sociológicos—carecía de la contención psicológica para sobrevivir un proyecto tan ambicioso como la leyenda de Batman. Si Nolan no nos convence, tenemos—convenientemente por década—a Frank Miller con The Dark Knight Returns en los ochenta, a Bruce Timm con Batman Beyond en los noventa, y a Mark Waid con Kingdome Come en los albores del siglo actual desarrollando escenarios distintos con el mismo resultado. Pero nosotros sí sobrevivimos al Dark Knight; lo hacemos al embolsar la más reciente aventura impresa, al sacar el disco del reproductor de Blu-Rays o al salir del teatro y proseguir con nuestras vidas. A nuestro alcance está toda la evidencia de que si el Bruce que encarnó Christian Bale hubiera ido al circo y hubiera conocido a Dick Grayson habría encontrado en el rol paternal una razón para vivir que habría prevenido su reclusión de ocho años en el ala este de la Mansión Wayne. Pero Dick, con todas sus cualidades admirables e imitables, es muy idealizado. Pocos de nosotros hemos sido criados por acróbatas, disponemos de un fideicomiso desbordante, o somos el objeto del amor incondicional de tantas pelirrojas despampanantes. Y por eso John Blake tenía que nacer: Pobre, desamparado y agraviado por la sociedad. Quien no encaje con ese perfil que arroje la primera piedra.
“You were right, about the structures becoming shackles.” John Blake
Revolución se escribe con R de Robin.

Varias críticas se han alzado contra The Dark Knight Rises, y es cierto que por más que se esfuerza no alcanza la magistralía de su predecesora. Personalmente, sentí que no había suficiente Batman. Aparte de la breve noche de su retorno y el primer combate con Bane, no vemos al Señor de La Noche sino hasta su reivindicación en el tercer acto. Hay otras críticas que me parecen más superfluas. Por ejemplo, la supuesta transición de tiempo confusa en la secuencia de la bolsa de valores no me afectó. Simplemente imaginé que a través de elipsis nos indicaban que Bane y sus secuaces habían pasado horas en el edificio. También han apuntado los críticos a que demasiados personajes conocían la identidad secreta de nuestro héroe. Por un lado no se puede discutir; por el otro hay que recordar que éste era Bruce en su ocaso. Durante gran parte de la película Bruce está esperando la muerte; sus prioridades han cambiado. Por eso toma decisiones como explicarle su motivación a Blake mientras viajan en la patrulla. Además, tenemos que reconocer que la tarea titánica de fusionar estructuras narrativas tan complejas como las de Knightfall y No Man’s Land en un film de tres horas es un proyecto sin precedentes, y fluctuaciones en el ritmo eran inevitables. Donde Knight hacía un coctel de varias historias del mismo género, Rises complicó la meta al mezclar géneros y frecuencias emocionales distintas.
Donde Rises triunfa indiscutiblemente es en recoger y concluir todos los temas planteados durante la trilogía. Está el escalamiento, por supuesto, que primero lo representó el Joker y ahora alcanza su máxima expresión cuando Bane toma a toda una ciudad de rehén. Pero más importante es el tema del miedo que tan crucial fue para Begins. En la tercera entrega se invierte el enfoque del miedo bajo el peso monolítico de todas las tragedias, todas las pérdidas, toda la culpa y todo el dolor que sobre Bruce han infligido sus sacrificios. Ahora es necesario abrirle de nuevo el corazón al miedo, pero a otro tipo de temor. Esta transición es hermosamente ilustrada cuando Bruce escala el pozo por última vez, y antes del salto emerge un puñado de murciélagos; una elegante metáfora del retorno del pavor del niño con el que empezó la saga, aquel miedo que te motiva a programar el autopiloto de tu nave…
“You do not fear
death. You think this makes you strong. It makes you weak.” Prisionero ciego
Mucho se discutió en las semanas posteriores al lanzamiento de TDKR acerca de la agenda derechista que Nolan defendía al enfrentar a la policía con personajes análogos al movimiento Occupy Wall Street. Pero, saltándonos lo obvio del tiempo que toma concretar una producción de semejante magnitud, estos críticos desconocen el material fuente, pues en No Man’s Land la policía era una banda más bajo la dirección de Jim Gordon y aliados imprescindibles de Batman, como lo fueron en esta película: Un ejército para confrontar la horda de delincuentes detrás de la cual se escondía Bane.
Mucho se discutió en las semanas posteriores al lanzamiento de TDKR acerca de la agenda derechista que Nolan defendía al enfrentar a la policía con personajes análogos al movimiento Occupy Wall Street. Pero, saltándonos lo obvio del tiempo que toma concretar una producción de semejante magnitud, estos críticos desconocen el material fuente, pues en No Man’s Land la policía era una banda más bajo la dirección de Jim Gordon y aliados imprescindibles de Batman, como lo fueron en esta película: Un ejército para confrontar la horda de delincuentes detrás de la cual se escondía Bane.
“You're just
waiting, hoping for things to go bad again.”
Alfred
Más
interesante es la ambigüedad que se nota entre las líneas del guión acerca de
su propia premisa. A lo largo de la
trilogía vemos que la cruzada singular de Bruce tiene muchos efectos
contradictorios. Sí, fiel a su género,
el héroe salva la ciudad en las tres películas.
Pero si ponemos su carrera bajo el microscopio podemos inferir que
Batman causó tantos problemas como los que resolvió: Si no hubiera entrenado
con la Liga de las Sombras quizás no habrían ejecutado su ataque con el gas del
miedo del Scarecrow, aunque podría argüirse que Ra’s igual se había propuesto
destruir la ciudad. Su aparición como
Batman motivó a ciudadanos corrientes a tomarse la ley en sus manos y, como
vimos en el primer acto de TDK,
algunos recurrían a usar fuerza letal y carecían de preparación para
imitarlo. Además, sin el símbolo del
Dark Knight quizás el Joker no habría surgido—aunque esto también es
debatible—pero definitivamente Rachel Dawes no habría fallecido y Harvey Dent no
habría sido enloquecido por los tormentos del diabólico payaso. Sin las acciones de Bruce Bane no habría
atacado Gotham, e incluso fue él quien construyó el reactor nuclear que Talia
luego militarizó y aprovechó para aislar la ciudad y casi destruirla. ¿Es posible que nuestro héroe haya provocado
tantos daños como beneficios? Inclusive
en su última batalla fracasa ignominiosamente al intentar desactivar la bomba;
es Jim quien logra dilatar su detonación con sus valientes y solitarios
esfuerzos.

“You don't owe these people any more. You've given them everything.” Selina

También debemos preguntarnos quién es la gente que Bruce sacrifica tanto por salvar. En TDK el pueblo había reaccionado y de una u otra forma se estaba oponiendo a la corrupción y al crimen organizado. Ocho años después han olvidado las lecciones, se han vuelto complacientes e indiferentes. Gordon, con sus pérdidas personales, su agobiante culpa por el secreto de Dent y la edad que se le viene encima, es el último bastión de la vieja guardia. Foley es el vocero de la nueva generación, cómoda y oportunista, que se esconde tras su esposa cuando debería estar en la calle encabezando la lucha por la libertad. Más que el rol de la policía en la batalla final deberíamos analizar por qué el ciudadano promedio no salió a la calle a pelear por sus derechos; permaneció refugiado en su hogar esperanzado a que un héroe mítico lo salvara. ¿Éste es el pueblo valioso que Wayne invirtió media vida protegiéndolo? ¡Con razón programó el autopiloto y se largó a Florencia! Y lo más elocuente y memorable de esta trama es que cuando Foley—para todos los efectos el arquetipo del ciudadano moderno de Gotham—recapacita y da la cara a la opresión de la Liga el precio de su valentía fue la muerte. En esta fugaz escena hay gran material para reflexionar sobre nuestra propia conducta en la vida real.
“There's a reason why this prison is the worst hell on earth... Hope.” Bane

La manifestación literal del peso de la carga de Bruce la vemos claramente en las lesiones que su cuerpo ha sufrido y en su reclusión antisocial, pero presenciamos un aislamiento existencial más profundo y reverberante representado con mayor claridad en la poética imagen de su silueta oscura y solitaria, distanciado del discurso que Jim Gordon da en la celebración del Día de Harvey Dent. Aquella silueta es una ausencia de la identidad social, factura que le ha pasado la civilización por su compromiso férreo con los ideales que los demás integrantes de la sociedad—astutamente estereotipados en la celebración—están dispuestos a flexibilizar o ignorar con tal de disfrutar de la opulencia y la comodidad con el testigo en el espejo.

Las capas de metáforas también están presentes en la inhumana prisión a la que Bane destierra a Bruce durante gran parte de la película. Es un guiño para los fans; sabíamos que en un film de Chris Nolan jamás veríamos el Pozo de Lázaro y sus efectos sobrenaturales, pero igual aquel túnel a la libertad es un conducto de resurrección. Surtió ese efecto para Talia, para Bane, y especialmente para el último de los Wayne.
“You hung up your cape and your cowl, but you didn't move on, you never went to find a life, to find someone...” Alfred
Evidenciamos, pues, que la visión hiperrealista de Nolan comprime sustancialmente la carrera de Batman, convirtiéndolo en una versión divergente al canon tradicional. Pese a que su impacto en la historia de Gotham City fue igual de contundente, este Dark Knight estuvo sumamente activo durante aproximadamente dos años, desapareció por ocho y gozó de un último hurra durante unos meses. Sí, nos alejamos del héroe de los comics y la serie animada que ha permanecido diariamente activo entre diez y quince años, pero nos aproximamos más a un hombre que podría lograr todos los triunfos del Señor de la Noche.

Lo más admirable de la trilogía de los Nolan y Goyer es que dentro de este encuadre lograron introducir lógicamente a todos los personajes esenciales de la leyenda de Batman: Desde Alfred y Jim Gordon, pasando por sus mayores villanos Ra’s Al Ghul y su hija Talia, Joker, Two-Face y Bane, para concluir con quien siempre he considerado el amor de la vida de Bruce, Selina Kyle. De ñapa nos dieron al Scarecrow, Mr. Zsaz, Falcone y Maroni. Y confirmaron su reverencia con una última venia respetuosa y esperanzada hacia Robin.

Rises también cuenta con un par de homenajes directos al clásico The Dark Knight Returns. De sus páginas cobró vida el dúo de policías en la patrulla en la que el veterano le anuncia al novato que está a punto de ver un espectáculo la noche que Batman regresa. El aparato ortopédico con el cual Bruce repara su rodilla es prácticamente idéntico al que Miller le colocó en el brazo derecho luego de su derrota en manos del líder de los mutantes en el segundo libro, y en retrospectiva, quizás los Hijos de Batman fueron la inspiración para los imitadores que aparecieron en la segunda película. Incluso puede que haya algo de Carrie Kelley en John Blake, si recordamos que ella escogió su camino independiente en lugar de ser seleccionada y entrenada como otros Robins. Y de No Man’s Land tomaron el logo del murciélago que pintaban con tiza en las paredes durante la ocupación.
“I know exactly who he is. He's The Batman.” Jim

Si tengo una protesta es que en su versión Jim no sabía la identidad de Batman. Soy uno de los fans que se suscribe a la teoría de que el Comisionado Gordon dedujo la identidad secreta del Dark Knight desde el principio pero simula ignorancia para esquivar la obligación de arrestarlo. No obstante, entiendo que el Gordon de Nolan tenía la capacidad para descubrir quién era Batman y decidió no hacerlo por respeto y lealtad, y admito que dentro de los confines de la trilogía hay una conmovedora simetría al enlazar la última plática de los dos héroes de Gotham con la escena de Begins en la cual un joven Jim consuela precariamente al desolado Bruce en la noche del homicidio de sus padres.

También hay que dar crédito a los cineastas que, en sus términos, respetaron la cronología de los comics de los cuales cosecharon su rica inspiración. Si dejamos aparte las extravagancias de Grant Morrison con Dr. Hurt y Final Crisis (2008), Bane fue el último enemigo grandioso que se interpuso en la cruzada de Bruce. Después de superarlo nada fue un reto genuino hasta el cataclismo de No Man’s Land, y Dark Knight Returns naturalmente siempre cuajará en la última página del calendario. Inclusive si en John Blake vemos a un facsímil de Terry McGinnis, su presencia en la vida de Bruce es proporcionalmente correcta. Antes de refugiarse en el anonimato de Internet para criticar detalles microscópicos muestren agradecimiento por la siguiente realidad: Nadie ha tenido tanta reverencia respetuosa a nuestra malsana devoción con la continuidad minuciosa de estos personajes bidimensionales como Chris Nolan, y lo hizo siempre sin sacrificar ni la lógica interna de su universo fílmico ni su audaz visión creativa.
No puedo cerrar estas líneas sin exclamarle un “¡Bravo, maestro!” a Hans Zimmer. Cuando accedió a trabajar en la serie de Nolan tenía un reto monumental en su especialidad: El trabajo del genial Danny Elfman en las dos películas de Tim Burton es intemporal e insuperable. Zimmer estaba consciente de esto y se abstuvo de competir con Elfman. Concibió una conjugación de melodías que oscilaba entre las épicas de Elfman, escarbando en las emociones más humanas de Bruce y sus seres queridos sin despreciar lo mayestático de sus hazañas. Sus títulos más creativos aparecieron en Begins, sus composiciones más inspiradas y audaces hicieron historia en Knight, y aunque el disco de Rises evoca un cierto deja vu, esto es apropiado ya que al igual que los narradores están atando los temas que plantearon al inicio de la trilogía Zimmer se enfoca en los últimos acordes de temas musicales que nos han acompañado desde el 2005. El mayor halago que puedo darle es que su banda sonora encaja perfectamente en mi iPod junto a la banda de Elfman cuando leo mis comics de Batman.

Con The Dark Knight Rises Nolan y su equipo cumplen su promesa y nos presentan exitosamente la única auténtica trilogía de nuestro género. Las películas de Superman perdieron dirección al desvincularse Richard Donner, el Spider-Man de Sam Raimi fue más episódico al punto en que casi hacen un cuarto film, y X-Men se acercó valientemente a la meta pero la partida de Bryan Singer afectó el tercer acto, y las nuevas adiciones los transforman en serie. TDKR es Star Wars o Lord of the Rings para los comics, elevando irreversiblemente el estándar de estas traducciones cinematográficas.
“No. I'm afraid that
you want to.” Alfred
Esta trilogía también tiene el
mérito singular de independizarse de versiones tradicionales ya mencionadas y
sus múltiples derivativos que constantemente nos han planteado un final para
nuestro héroe lleno de soledad, dolor y arrepentimiento. Con Rises
la historia desnuda su verdadera naturaleza al definirse como la saga de la
resurrección de Bruce Wayne, el niño que murió en el callejón detrás del teatro
y reemergió como un fénix cuando escapó de la prisión de Bane.
Reflexioné mucho sobre si
incluía a James Holmes en estas líneas.
Mi profunda simpatía se extiende a las víctimas del cine de Aurora y a
los creativos detrás del film,
quienes por segunda vez vieron su complejo proyecto oscurecido por una tragedia
innecesaria. El tema del escalamiento
los persiguió en la vida real. No puedo
evitar pensar en las extravagantes teorías de Grant Morrison sobre la simbiosis
entre la ficción y la realidad, esgrimidas más recientemente en su libro Supergods. Estos acontecimientos sólo confirman nuestra
necesidad de héroes, de más John Blakes en la vida real.
“Maybe it's time we
all stop trying to outsmart the truth and let it have its day.” Alfred

Lo
anterior me hace sentir que con The Dark
Knight Rises cierro un ciclo con este personaje, le cedo el puesto a una
nueva generación de Robins. Cuando vemos
a Wayne por última vez, cuando la toma enmarca su última mirada a Alfred, no
puedo evitar pensar que Bruce también me está mirando a mí, compeliéndome a
ocupar la mesa de al lado en Florencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario