sábado, 13 de febrero de 2010

Indiana Jones: Domador de Tiburones

“What’s behind the front door? And why’s it locked?” Janice

“To keep me out, sweetheart. It’s always to keep me out. Never quite works, though.” Indiana Jones

Sería más conveniente si Harrison Ford fuera inmortal.

Este destello de genialidad me vino a la cabeza mientras leía Indiana Jones and the Tomb of the Gods, el trade paperback de una mini-serie publicada por Dark Horse Comics para coincidir con la popularidad renovada del personaje de Spielberg y Lucas gracias al estreno de Kingdom of the Crystal Skull.

La historia fue escrita por Rob Williams, quien demuestra conocer muy bien los ingredientes que exige una aventura del Dr. Jones. Ambientada en 1936, entre Temple of Doom y Raiders of the Lost Ark, en TOG encontramos a Indy nuevamente en conflicto con los Nazis--específicamente la Ahnenerbe, rama dedicada a la investigación de lo oculto--que andan tras una llave mística creada antes de la historia registrada y que promete acceso a un poder inmemorial.

La odisea lleva a Indiana al Tibet, Shanghai y Siberia, y en el trayecto Williams nos entretiene con momentos imprescindibles subrayados por los omnipresentes látigo y sombrero fedora. Marcus Brody adquiere un grato rol más amplio, y las dificultades aumentan adecuadamente con la intervención de Janice Le Roi, una fémina fatal de fuerte carácter que frustra los esfuerzos de Indy en más de una ocasión. Temple of the Gods nos deleita con ubicaciones fantásticas en las que se desarrollan escenas de acción salpicadas de la dosis correcta de humor (Inclusive los viajes los presentan con la tradicional línea roja sobre el mapa). Mi escena favorita es cuando Indy y Janice son abandonados a su suerte en medio del Océano Pacífico rodeados de tiburones. El instante en el que Indiana recupera su sombrero es digno del tema musical de John Williams.

“I didn’t make a move on her. She was helping the Nazis. And the sharks were actually terrified of her, I swear.” Indy

El arte de Steve Scott a momentos es irregular, pero hace un esfuerzo aceptable por traducir a los actores al papel, aunque no con el éxito constante de un Georges Jeanty.  Aparentemente ese esfuerzo lo retrasó, pues para el último capítulo lo reemplaza Bart Sears, un artista que tenía años sin ver, y que lleva la serie a feliz término.

Aunque divertida, y más complementada con el tema musical de Indy en mi iPod, Tomb of the Gods no llega a la altura de las películas del Dr. Jones. Esto no es una falla de sus artífices sino de las limitaciones del género. Indiana nació para la pantalla grande, y parte de su encanto es intrínseco a su intérprete. Sería más conveniente si Harrison Ford fuera inmortal, y tuviese un contrato de por vida para filmar películas de este singular héroe…


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