lunes, 11 de julio de 2011

Leyendas Análogas

Mark Waid es uno de mis autores favoritos en el medio del arte secuencial.  Entre muchas joyas como Kingdom Come y JLA: Year One, sus años como guionista de The Flash produjeron una de las mejores series de comics que he leído en mi vida.  Además, en la industria tiene la fama de ser una enciclopedia ambulante de la historia de los comics.  Con estos antecedentes, Waid es el candidato ideal para introducirnos en un mundo desesperado en el que Superman se ha convertido en el villano más despiadado del planeta.

No, no es Kal-El quien en la serie Irredeemable de Boom Studios provoca desastres atroces y sucumbe a perversiones sexuales; se trata del Plutonian, un personaje que conocemos en las primeras páginas del libro cuando ataca a un superhéroe en su residencia y lo persigue hasta su cueva, en donde lo incinera junto a su esposa y una de sus hijas.


La nueva propuesta de Waid nos pregunta: ¿Qué sucedería si el más poderoso héroe no estuviera psicológicamente equipado para las presiones de ese trabajo?  El Plutonian claramente era el Superman de su mundo.  No usaba máscara, era idealista y noble, vestía de blanco y no escatimaba en gestos benévolos de toda magnitud.  Sus colegas incluso le decían cariñosamente Tony.


Esto lo descubrimos en gran parte a través de una dolorosa interrogación sobrenatural a Samsara, su difunto sidekick, a quien antes de matarlo el Plutonian le cercenó parte del cerebro con los rayos de sus ojos para que sus antiguos aliados no pudieran extraerle sus secretos.

El motor de la serie claramente es establecido: El Plutonian ya es irredimible pero, ¿qué lo transformó de un héroe adorado por las masas a un monstruo genocida?  No fue un evento específico; el descenso a la demencia fue lento y traumático, y en el primer volumen apenas empezamos a escarbar en la superficie.


Mi secuencia favorita la vemos cuando Kaidan, una joven heroína que anteriormente experimentó la amabilidad del Plutonian, retorna a Sky City, la deslumbrante metrópolis del antiguo héroe, ahora devastada por el Plutonian.  Ahí interroga a Alana Patel, la Lois Lane del Plutonian.  Alana vivió un romance idílico con el superhéroe, ignorando que él trabajaba junto a ella en una estación de radio ocultando su identidad con anteojos y un color de cabello distinto.  Cuando Dan Cartigan finalmente decide revelarle su secreto para proponerle matrimonio Alana reacciona como Lois Lane quizás lo haría en la vida real—sintiéndose engañada y usada por el Plutonian.  Alana no sólo rechazó la propuesta y terminó la relación, sino que también reveló su identidad al mundo.

A medida que las Naciones Unidas comprenden que no tienen armas para defenderse del Plutonian, sus países quedan reducidos a pelearse la posibilidad de someterse como sus súbditos y declararlo su gobernante.  Pero su hipocresía es transparente para el Plutonian y Singapur paga el precio de su ira: Una nación que acaba completamente sumergida bajo el mar como si nunca hubiera existido.

Con pincelazos anchos Waid vende su mundo rápida y expertamente, valiéndose de personajes análogos que estimulan perfiles en la mente del lector.  El más evidente es su protagonista, el Plutonian, quien claramente encarna la idea de lo que pasaría si Clark Kent se hartara un día de que la humanidad se aproveche de él.  En una escala más moderada los héroes y villanos que intentan detener al Plutonian también nos recuerdan a otros personajes que han habitado los comics durante décadas, pero ninguno encaja en un rol específico.  Waid es demasiado hábil como para presentarnos a equivalentes exactos de Wonder Woman o Spider-Man. Sus creaciones tienen el potencial de desarrollarse como personajes independientes, pero sus ecos nos ayudan a captar con rapidez el rol que cada uno juega en este universo.

La selección de Peter Krause como ilustrador es astuta; su estilo de líneas clásicas incrementa el efecto perturbador del libro y lo legitima.  Si las imágenes en sus paneles son similares a las que hemos visto en otros comics durante décadas algo en nuestro subconsciente le concede una verosimilitud fantástica—Este mundo existió paralelamente a los de Marvel y DC, y su principal héroe tuvo una larga carrera antes de convertirse en su destructor.

A medida que concluye el primer tomo, el héroe Qubit nos confiesa que su única oportunidad yace en encontrar a Modeus, el archienemigo del Plutonian.  Pero más que este enigmático augurio del futuro sendero es la destreza con la cual Mark Waid me absorbió a esa nueva realidad lo cual me ha convencido de encargar los siguientes seis volúmenes de Irredeemable


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