lunes, 13 de junio de 2011

Es un Ave… Es un Avión… ¡Es Tom Welling!

Hace tres años pronostiqué que Smallville se preparaba para saltar al tiburón, y desde entonces para callarme la boca la serie de TV nos presentó tres de las mejores temporadas de su historia.  No es que hayan sido excepcionalmente extraordinarias—el programa nunca se acercó a los niveles de genialidad de Angel ó Lost, por ejemplo—pero la partida de Michael Rosenbaum y Kristen Kreuk empujó a sus creativos a superarse, acogiendo más sus raíces del mundo de los comics que las tradiciones de la cadena CW.


La décima temporada fue particularmente entrenida, con la ley en contra de los vigilantes, la introducción de Conner Kent, el retorno de Lionel, las apariciones del Suicide Squad y hasta la llegada de Booster Gold.  Pero esto me permití tener altas expectativas para el final de la serie.




Las dos horas del desenlace, sin embargo, a pesar de lograr su cometido y resultar hasta ingeniosa en algunos momentos, a menudo se mostró perezosa en su ejecución de lo que debía ser el momento más glorioso de la serie de Superman con mayor longevidad.  No todo esto es culpa de sus guionistas.  Si Michael Rosenbaum hubiera decidido regresar antes, probablemente Lex Luthor habría tenido más participación que un simple monólogo augurando su futura relación con el Hombre de Acero.  El enfoque de esta serie siempre estuvo en las relaciones de pareja, así que tampoco sorprende la cantidad de tiempo que invirtieron en las complicaciones del matrimonio de Clark y Lois.



Pero, ¿no era la traumática resurrección de Lex el vehículo ideal para borrar de su memoria el secreto de Clark?  ¿Teníamos que ver una vez más cómo le causaban amnesia artificialmente a alguien?  Quizás esta escena se justifica para darle un buen final a Tess pero, ¿qué me dicen de Darkseid y sus esbirros?   ¿Para qué introducir al mayor villano de DC Comics si lo eliminas con la misma facilidad que un globo de helio?  Y ver cómo Superman simplemente empujaba Apokolips lejos de la Tierra fue aún más decepcionante que su pelea con Doomsday hace dos años.  Con esa lógica, no hacía falta que debutara públicamente—J’onn J’onzz podría haberse hecho cargo.  Y, Lionel Luthor—¿cuántas veces tuvo John Golver que ser poseído por una entidad alienígena durante la serie? 

Las preguntas no acaban ahí: ¿Qué significa el comic que Chloe le leía a su hijo?  Pareciera que los secretos de Superman están publicados en este universo, ¿o será una edición casera?  Y, ¿cómo es que todas las personas que durante una década interactuaron con el “pre-nerd” Clark de Welling no lo reconocerán con una capa roja?  Después de tantos años de introducir a los miembros de la Liga de la Justicia, ¿cuando un planeta desconocido amenaza con destruir la Tierra el único que se inmutó en ayudar fue Gollum—digo, Green Arrow?  Hablando de Apokolips, ¿cuál era el plan de Darkseid, después de todo?  Y, tras todo lo que le costó a Clark aprender a volar, el nacimiento de esta habilidad se sintió un tanto deux ex machina (aunque mitigado por un sentimental vistazo a los mejores momentos de la serie).



A medida que escribo estas líneas voy comprendiendo que tengo más quejas que halagos hacia el final de Smallville, de lo cual no puedo culpar a la serie sino a mí mismo por colocar mis expectativas en un pedestal al cual Smallville nunca ascendió.  Pero ese episodio final sí exhibió destellos de genialidad que disfruté: El anillo de kryptonita dorada, la innecesaria pero bienvenida intervención de John Schneider como el fantasma de Jonathan Kent, el primer vuelo de Clark, la dinámica final en el Daily Planet, la llegada de Lexcorp y el ascenso de Luthor a la Presidencia, y las notas musicales de John Williams que por pura memoria sensorial hacen las escenas finales más emocionantes de lo que habrían sido sin ellas.


Smallville deja un legado importante al abrirle el camino a futuras adaptaciones de los comics que gracias a su éxito ganarán una oportunidad más seria de llegar a la pantalla.  Después de todo, ¿quién habría soñado que en prime time veríamos en carne y hueso a Zatanna, Impulse, la Legión de Superhéroes, la Sociedad de la Justicia o al nuevo Blue Beetle?  ¿Cuándo imaginaríamos que Green Arrow tendría un rol protagónico en un programa de TV?  Ahora le corresponderán a las futuras series continuar elevando los estándares que Smallville estableció.  Esperamos que tengan más de Joss Whedon que de Tim Kring…



Pese a todos sus defectos, Smallville se despide con el monumental honor de haber mantenido a Kal-El en el medio audiovisual durante una década,  custodiando la antorcha que previamente pasó de las películas de los Sallkynds a su serie de Superboy, luego a Lois & Clark de Deborah Joy LeVine y luego a la serie animada de Dini y Timm.  Es un gran reconocimiento para la leyenda que yo pueda decir que durante toda mi vida Superman siempre ha estado en una u otra pantalla.  Ahora la CW le pasa la antorcha a Chris Nolan, el nombre  que más confianza inspira para limpiar el tablero en el que garabateó Bryan Singer.

Pero ninguna de las iteraciones previas gozó de la fidelidad de la audiencia que por diez años respaldó a Smallville, y es lamentable que DC Entertainment no la homenajeó adecuadamente en su última media hora: Es increíble que los productores no hayan sido capaces de presentarnos a Tom Welling claramente en el traje azul y la capa roja.  ¿Cuál habrá sido el obstáculo, el presupuesto de la serie o el licenciamiento a Zack Snyder?


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