sábado, 5 de febrero de 2011

En Defensa de Lex Luthor

 Cuando era niño estaba tan fascinado con la película de Superman de Richard Donner como Geoff Johns, pero al crecer comprendí sus limitaciones y aprecié la versión más sofisticada que existía en los noventa. Por eso me cuesta entender por qué cuando DC puso los mitos del hombre de acero en manos de Johns luego de Infinite Crisis se encaprichó tanto en redefinir la continuidad oficial con la visión de Donner cuando un autor de su estatura debería reconocer el valor de los elementos que estaba desechando.

Hablaremos más a fondo del tema cuando abordemos SUPERMAN: SECRET ORIGIN, pero en esta entrada me referiré a la contribución más valiosa de la reinterpretación de John Byrne en 1986: Lex Luthor.

Sí, por supuesto que Lex existía muchas décadas antes de la intervención de Byrne. Era el científico semi-loco, cuyo odio hacia Superman se derivaba del accidente de su juventud en el cual había intervenido Superboy y por el cual había perdido su cabello. Estábamos acostumbrados a él; era el único Lex que había existido. Pero, como Marv Wolfman bien lo planteó cuando propuso la reinvención de Luthor en los ochenta, el personaje no tenía mucho sentido.

La idea de que el peor enemigo de un extraterrestre benévolo sea un humano sin poderes tiene una buena dosis de poesía gracias a la provocativa inversión de valores que representa: Un representante de nuestra raza simboliza nuestra capacidad para la corrupción mientras que el visitante de las estrellas es quien nos enseña a través del ejemplo a superar nuestras características que se personifican en Luthor. En estos términos, un magnate de una corporación multinacional adicto a su propio éxito y poder es quizás la analogía más pura de la corrupción humana. La corrupción en el mundo real no puede ser erradicada, así que tiene completo sentido que Kal-El nunca logre neutralizar a Luthor—sólo contenerlo.

Regresando a la película de Donner, uno de los puntos más débiles de esa película fue su versión de Luthor, con sus absurdas estratagemas de bienes raíces. Bryan Singer padece de la misma Donnerfilia que Johns, y desperdició la actuación de Kevin Spacey tratando de resucitar al personaje de Gene Hackman en lugar de explotarla con el Luthor moderno. Basta con compararlo con el Lex encarnado por John Shea en Lois & Clark: The New Adventures of Superman o el de Clancy Brown en Superman: The Animated Series (quien por cierto, proporcionó mi voz favorita para Lex) para percatarnos el abanico de posibilidades narrativas que ofrece la caracterización concebida por Wolfman.

Geoff me decepcionó cuando al tomar las riendas de los títulos de Superman en Up, Up and Away lo primero que hizo fue destronar a Luthor de Lexcorp. Parecía determinado en restaurar la personalidad del científico loco, sin comprender que desde su puesto de CEO Lex aún podía actuar como un inventor y científico brillante y despiadado, contando con los recursos—y más importante, la impunidad—para llevar a cabo sus planes.

Eso no significa que Lex no puede ser derrotado ocasionalmente. Lo han demostrado historias como la de su aparente muerte, su retorno como Lex Jr., la enfermedad de los clones que lo dejó catatónico, o su ascenso y posterior caída de la Presidencia de Estados Unidos. Pero para ser un rival digno de Superman Lex siempre debe prevalecer, como buena metáfora de la maldad del ser humano.

Otra decisión reciente que no tiene sentido es volver a anclar los orígenes de Lex a Kansas. La serie Smallville tenía una razón narrativa para hacerlo; en los comics no aporta nada que Lex y Clark hayan crecido en el mismo pueblo. Si hubiesen sido amigos de juventud, en la adultez Lex reconocería inmediatamente a Clark sin anteojos. El nuevo origen sólo indica que sus caminos se cruzaron en dos ocasiones y, en ese caso, ¿qué utilidad tiene el cambio?

Recientemente adquirí un especial de 1989 que siempre había querido leer: LEX LUTHOR THE UNAUTHORIZED BIOGRAPHY. Por una parte resultó una decepción; me esperaba una verdadera biografía ficticia, un libro publicado en Metropolis. En sus páginas me encontré la historia de un periodista sin suerte tratando sin éxito de exponer a Luthor. Pero, por otra, resultó un ejemplo ideal para este argumento. Este relato noir por James D. Hudnall ilustrado por Eduardo Barreto subraya cómo el espíritu corrupto de Lex infecta los estratos sociales de Metropolis. Su naturaleza tiene más sentido si lo vemos creciendo en la pobreza de Suicide Slum que en la tranquilidad de Smallville, y hay mayor simetría en que Lex haya sido amigo de infancia de Perry White, ya que luego de adultos cada uno batalla por sus ideales desde dos importantes instituciones de Metropolis. Esta historia subraya el intenso contraste entre Lex y Superman, a tal punto que el Hombre de Acerco ni siquiera cabe en sus páginas.

Me alivia el trabajo que Paul Cornell actualmente está haciendo junto a Pete Woods en ACTIONS COMICS, en el cual con destreza armoniza todos los roles de Lex como intelectual, inventor y empresario. Espero que el desenlace en la edición 900 del título sea igualmente satisfactorio.

Discrepo totalmente con Mark Waid cuando afirma que el no lograr encarcelar a Lex hacer ver a Superman ineficaz. Al alegar esto pierde de vista el mensaje en el conflicto eterno entre estos dos adversarios: El mundo real esta lleno de Luthors, y Clark nos enseña que aunque no lo pueda detener él se mantiene firme en sus convicciones, como debemos hacerlo nosotros frente a los Luthors que nosotros enfrentamos en nuestras vidas cotidianas.

No hay comentarios: